UNA SUGERENCIA EN EL CAMPO DE LA ORTODOXIA ECONOMICA: QUE LOS BALANCES DE LAS EMPRESAS EMPIECEN A INCLUIR (SI AUDITADOS, MEJOR) MEDIDAS QUE LES AYUDEN A MANTENERSE CUANDO TODO SE HUNDA DE NUEVO.
(parte 2)
Enumerábamos en nuestro artículo anterior dos hechos sobresalientes que caracterizan la situación económica actual, que no se habían dado conjuntamente en el pasado; unos tipos de interés rozando el cero (a veces incluso con tasas negativas) y un endeudamiento público, el del Estado, a niveles del 100% del PIB, o más, en muchos países, entrando España de lleno en ambos.
Y nos preguntábamos si es posible mantener esta situación por mucho tiempo. El lector tendrá su propia opinión. Quien esto escribe ya anticipó que no es posible, que se producirán cambios, que se iniciarán de la manera menos sospechada, y que se pagará muy caro el no tener margen para afrontar las dificultades. Volveremos a cometer el mismo error que en el pasado, y nos volverá a costar un horror salir del nuevo desastre económico.
¿Es que tengo algún interés personal en que haya una nueva crisis económica, esta vez de proporciones gigantescas, a modo de “sesgo mental” que me nuble el entendimiento? Ninguno en absoluto, todo lo contrario. Soy auditor de cuentas, dirijo una empresa que vive de revisar las cuentas anuales de otras empresas. Si las cosas van mal, si a nuestros clientes se les hunden las ventas, despiden personal, les bajan los márgenes, se reducen los stocks y se ven en dificultades para devolver los créditos…a nosotros nos va también mal. Simplemente dejamos de tenerlos como clientes, y entonces; se nos reducen las ventas, se nos hunden los márgenes, despedimos personal… Estamos en el mismo barco, o mejor dicho, navegamos en el mismo mar. Si hay un huracán, no habrá más remedio que dejar el barco en puerto, ponerse a salvo de la manera más rápida posible y rezar para salir con vida en un momento donde será imposible tanto ofrecer ayuda como recibirla.
Describiremos luego qué riesgos nos acechan, algunos no aparecen en los telediarios porque no son políticamente correctos, como se dice ahora en expresión un tanto contradictoria porque la política, en sentido estricto, requiere de “incorrecciones” para que no se anquilose (no vamos a extendernos ahora con este matiz). Otros factores de riesgo solo se mencionan de soslayo. No se debe alarmar al ciudadano (a veces simplemente populacho) y mucho menos hacerle ver que hay problemas que se generan en muy pocos años y que por el contrario llevará decenios solucionarlos, si es que finalmente tienen solución.
Vivimos en un mundo interrelacionado, absolutamente conectado, más, mucho más de lo que muchos sospechan. Hoy nuestro plantea es un patio de vecinos, y si uno tiene la música muy alta, nos obliga a oírla a todos. Pero vamos por partes.
Ten en cuenta querido lector; que si debes dinero tienes que devolverlo. Así de sencillo. Así ha sido toda la vida y así será. Y si no lo haces, te puedes quedar sin las garantías que aportaste para que te lo concedieran (tu casa, tu casa, tu casa…no sé si lo he repetido suficientemente; TU CASA y todo lo demás que hayas aportado como garantía). Así pasará en la mayoría de los casos, salvo que tengas la suerte de que te prorroguen el plazo de devolución, o te concedan una moratoria o que haya una revolución social que queme los registros públicos y privados, desaparezca el Estado, o se estrelle un meteorito contra la Tierra y no queda ya nadie a quién pagar lo que le debemos (tampoco quedarás tú para pagar nada, claro está).
Así pues no juegues con la posibilidad de que venga nadie a salvar tu situación porque eso no pasará. Solo los muy ricos tienen ricos que les apoyan. Estos, por supuesto, quedan excluidos de este análisis.
Al Estado le pasa lo que a ti, querido lector, que debe devolver el principal de lo que pidió prestado más los intereses correspondientes. Aunque el interés sea muy bajo, como ahora (el interés que recibe el ahorrador es casi nulo, pero no así el que cobran los prestamistas, como los Bancos, a los prestatarios, o sea, tú y yo).
No hay que estrujarse mucho el cerebro para convenir que el déficit (lo que se necesita pedir prestado por encima de los ingresos para pagar los gastos) sólo se pude reducir con más ingresos fiscales o reduciendo el gasto.
Ahora, España, sin saber muy bien por qué, va a mejor en términos económicos (los economistas no lo explicamos porque no lo sabemos, realmente no lo sabemos). Estamos creciendo al 3% anual, más que ningún país de la Unión Europea, sin olvidar que partimos del hecho de que somos el segundo país que más parado tiene. Todo ello incremente los ingresos fiscales del Estado vía impuestos, tanto del consumo (IVA, Impuestos Espaciales como el de carburantes) como directos (como el IRPF y Sociedades). ¿Y por qué? ¿Es que hemos hecho algo bien, donde antes hicimos algo mal?
Pues sí, hicimos una cosa bien, trasladar al mercado que íbamos a pagar nuestras deudas, que necesitábamos solo salvar el corto plazo y que para ello necesitábamos dinero, un alargamiento de los plazos de devolución y la firme determinación de que no somos malos pagadores. Es decir, restablecimos la CONFIANZA de los mercados. Los que prestan dinero, porque lo tienen, porque NO se lo han gastado (una perogrullada) nos seguían prestando y paulatinamente lo iban haciendo a costes más bajos…¿Nos acordamos de la prima de riesgo? ¿Nos acordamos cómo esta desconocida “familiar”, prima segunda de tío lejano, nos suponía un sobrecoste inmenso, comparado con el “bono alemán” precisamente porque había dudas de que pudiéramos devolver el principal?…Nuestra prima de riesgo ya no sale en los telediarios.
Aun así, este mismo año 2017 habremos pagado sólo en intereses 32.271 millones de euros. Repetimos, sólo en intereses. ¿Nos imaginamos lo que podríamos hacer si no tuviéramos que pagar esta enormidad, sólo por el hecho de que no hubiéramos tenido que pedir dinero en su momento? ¿Vemos lo que cuesta de verdad vivir por encima de lo que podemos, hoy, cuando inexorablemente mañana hay que devolver lo que nos prestan? ¿Hace falta que recordemos el caso de Grecia?
Urge por tanto, cuanto antes. ¡¡Cuánto antes!!, reducir la deuda pública. Hay que destinar una importante parte de los ingresos fiscales a devolver lo que se debe; amortizar principal. Reducirá los intereses, porque se aplicaran sobre una cantidad de deuda menor, y además dará todavía más confianza al prestamista abaratando el coste de las nuevas emisiones.
Y…¡¡y hay que reducir el gasto!! Sí, hay que reducir el inmenso gasto del Estado, este inmenso Leviatán, este monstruo de mil cabezas que se come todos los recursos. El Estado gasta mucho y gasta mal. De la misma manera que legisla mucho y mal. No podemos darle tantos recursos porque no los optimiza. No sabe hacerlo. No está preparado para ello. Y las gentes que lo dirigen, mucho menos todavía. Precisamente se apuntaron a vivir del Estado por esto. La política al uso expulsa al frugal, al comedido, al honrado, de la misma manera que la mala moneda expulsa a la buena.
Así pues, hay que amortizar deuda, y hay que reducir gastos.
Ya estamos tardando.