Keynes había aprendido algo importante en su condición de asesor en la Oficina de la India (la “Joya de la Corona”) sin salir de Gran Bretaña, el hecho de que no hace falta la convertibilidad del papel moneda en oro en el interior del país y que dicha convertibilidad solo era necesaria para el comercio internacional. El oro era el patrón objetivo para aplicar a las monedas de diversos países, pero no era necesario para el interior de las fronteras. Sus ideas quedaron plasmadas en su libro “Indian Currency and Finance” publicado en 1913, un libro de 260 páginas del que se vendieron tan solo 196 ejemplares. Esta idea será uno de los pilares de sus propuestas cuando GB se encuentre al borde del abismo al inicio de la Gran Guerra.

¿Qué tiene el oro para que tenga tanta importancia? Pues que es un bien duradero (no se rompe, no se deteriora), es escaso (el incremento en su producción es muy pequeño con relación al stock de partida) es homogéneo (en calidad) difícil de falsificar y divisible. Su alto valor para su escaso volumen lo hacen fácilmente transportable. No se puede pedir más.

No se entiende la naturaleza del oro como moneda, si no se entiende la naturaleza de lo que es “la moneda”. La moneda conecta el presente, el pasado y el futuro. El pasado porque es fruto de nuestro esfuerzo (nuestro trabajo, o de la suerte, también del espolio). El presente porque está a nuestra disposición para ser utilizada de manera inmediata para el consumo. Y el futuro porque si nos abstenemos de consumir hoy  podemos hacerlo en el futuro. La moneda no solo evita el trueque, favorece todo el entramado de la economía circular (“economía” y “circular” es una redundancia, por cierto). Y lo que es más importante, tal y como puso de manifiesto Keynes, tiene una influencia real en el mundo de la economía “real” (el de producción de bienes y servicios) no solo en la economía monetaria. Volveremos sobre ello más adelante.

Mientras el patrón oro existió, había una ligazón entre moneda fiduciaria (moneda fiat) y las reservas de oro que las respaldaban. El problema es que el monopolio de la emisión de la moneda fiduciaria lo tiene un ente aberrante, egoísta, derrochador; el Estado. O mejor dicho, el gobernante o el partido político que lo controla. Y su sed de efectivo es insaciable. El Estado tiene dos elementos de control de poder económico extraordinarios; la emisión de moneda y los impuestos. Con ellos financia la policía y el ejército, así como legiones de funcionarios de todo tipo que hacen que se cumplan sus deseos. En sociedades democráticas (suponiendo que de verdad las haya) se supone que hay controles para que no se desboque. Pero eso es tanto como pedirle a un niño que no extienda la mano para coger un caramelo, o que lo coja, pero que no se lo lleve a la boca. La naturaleza del Estado es gastar, gastar a manos llenas con la excusa de proveer de servicios públicos. Gastar, no ser eficiente en el gasto. Si alguien no ve esto claro es que padece de ceguera intelectual.

El problema del oro no es el oro en sí, es la moneda fiat que tiene que respaldar. Llega un momento en el que no puede, por excesiva, y entonces todo el castillo se viene abajo.

Hay momentos, causas sobrevenidas, que tienen el mismo efecto que la emisión de moneda de manera desenfrenada; un cataclismo social, como una guerra. Esto fue lo que pasó en 1914. “Oh!! Sarajevo, Sarajevo”…parafraseando al “OH!! Jerusalén, Jerusalén”. Que todo viene de ahí, y todo lo de antes desembocó ahí. Seguimos, para siempre, acarreando sus consecuencias. Nos recuerda W. Faulkner; “El pasado nunca muere, ni siquiera es pasado”. Qué razón tiene.

Los Keynesianos llegaron a acusar al patrón oro de la crisis de 1929. Por supuesto, y por llevar la contraria (¿Con razón?) la escuela austriaca, con Hayeck y Misses son defensores del patrón, así como el marxismo, que no quiere desequilibrios en los precios que dificulten su asignación “ineficiente” de recursos desde sus despacho de burócratas. La eterna lucha entre La Libertad y el Orden, entre el Equilibrio y el Desequilibrio, en definitiva, entre el Bien y el Mal. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

A principios del siglo XX, toda Europa tenía patrón oro implantado (excepto España); GB desde principios del XIX. El imperio Austro-Húngaro, con Rusia, Escandinavia, Portugal (y el lejano oriente) patrón plata-oro. Alemania desde 1871 al acabar la guerra franco prusiana. Finalmente Holanda, Noruega, Suecia…

El patrón oro es propenso a la deflación, el sistema fiduciario a la inflación.

¿Qué es mejor? ¿Por qué la deflación es tan temida?

Lo veremos en la próxima entrega. En economía todo está endiabladamente entrelazado. Hay que ir poco a poco. Y si se toca algo, hay que hacerlo con precisión de cirujano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *